Vladimir Belogolovsky habla con el arquitecto estadounidense Rick Joy sobre sus primeras inclinaciones hacia la disciplina, el tipo de arquitectura que le gusta visitar y sobre el diseño de sus edificios como instrumentos musicales.
Conocido por sus poéticas construcciones -particularmente por las casas del desierto de Sonora, Estados Unidos, que celebran la hermosa técnica de construcción con tierra apisonada- el arquitecto de Arizona Rick Joy es una especie de figura de culto en la profesión, que cautiva constantemente a los estudiantes y a los jóvenes aspirantes a arquitectos que siguen acudiendo a su estudio en Tucson desde diversos lugares del mundo. Joy, que nació y creció en Maine, se trasladó a Arizona en 1985 a la edad de 28 años, para estudiar arquitectura prestando gran atención al estilo de vida, al clima, al medio ambiente y a las técnicas de construcción autóctonas. Tras fundar su estudio en 1993, el arquitecto empezó a atraer la atención de los medios de comunicación nacionales e internacionales, especialmente por su magistral uso de los muros realizados con la técnica de la tierra apisonada y por su enfoque local.
Durante casi tres décadas, Rick Joy ha construido una amplia gama de obras en una variedad de escalas y lugares, incluyendo un edificio de apartamentos, Tennyson 205 en Ciudad de México (2019); Princeton Transit Hall and Market en Princeton, Nueva Jersey (2018); Amangiri Resort and Spa en Utah (2008), y docenas de casas unifamiliares en Arizona, Nuevo México, California, Idaho, Vermont, y en el Caribe. La siguiente entrevista es una versión condensada de mi reciente conversación con Rick Joy a través de una videollamada de Zoom entre Nueva York y Tucson, Arizona, en la que Joy habló de sus primeras inclinaciones hacia la arquitectura, de quién fue el primer arquitecto con el que sintió una conexión especial, de lo que le llevó a Arizona, del tipo de arquitectura que le gusta visitar y del diseño de sus edificios como instrumentos.
Vladimir Belogolovsky: Permíteme comenzar con una de tus citas; "Una casa es un pájaro extraño porque puede ir en muchas direcciones diferentes". Es muy cierto, pero como arquitecto sabes en qué dirección quiere ir, ¿o me equivoco?
Rick Joy: En cierto modo, sí. Pero gran parte depende del cliente. A lo largo de mi carrera he sido reacio a desarrollar un estilo propio, de modo que abordo todos mis proyectos como edificios muy diferentes. Veo mi responsabilidad en lograr algo único respondiendo específicamente a los deseos de cada uno de mis clientes. No se trata de mí, ni siquiera de mi equipo. Se trata de lo que se le puede ofrecer a cada cliente.
VB: Eres originario de Maine, en donde te formaste como percusionista clásico y pastaste más de una docena de años desempeñándote como baterista profesional. Luego, en 1985, a los 28 años, desilusionado con el estilo de vida de un músico, decidiste estudiar arquitectura. Bastante tarde, ¿cierto?
RJ: Claro, incluso algunos de mis profesores eran más jóvenes al momento. Sin embargo, mi hijo mayor tardó el mismo tiempo en saber lo que quería estudiar; arquitectura. Así que se presentó a la escuela de arquitectura a la misma edad que yo, a los 28 años. Ahora está en su tercer año y está decidido a graduarse. Pero sí les dije a mis dos hijos que si no sabían lo que querían hacer en la vida a los 28 años, yo no se lo iba a pagar. [Risas].
Por cierto, no he renunciado a ser baterista. [Joy señala un tambor, situado al alcance de su brazo]. Sabes, cuando estaba en el instituto mi orientador me dijo: "Rick, tienes el coeficiente intelectual más alto de nuestros estudiantes aquí. Pero también tienes las notas más bajas". Entonces me sugirió que sería un buen arquitecto o un controlador aéreo". Y ahora que tengo que hacer malabarismos constantemente con clientes, contratistas, constructores, mi personal, mis propios horarios, conferencias y viajes; puedo ver la conexión entre estas dos profesiones aparentemente tan diferentes. En cierto modo, siempre me gustó la arquitectura de forma intuitiva. Desde los cinco años ya dibujaba ciudades utópicas subterráneas a lo Paolo Soleri en largos rollos de papel que mi padre, que trabajaba como impresor, traía a casa.
VB: ¿Te has encontrado con algún edificio en particular que te haya podido inspirar a dedicarte a la arquitectura?
RJ: Cuando le dije a mi profesor de arte del Maine College of Art de Portland, Maine -donde estudié teoría del color, escultura y fotografía- que quería dedicarme a la arquitectura, me recomendó que fuera a visitar la Haystack Mountain School of Crafts en Deer Isle [1961], diseñada por Edward Larrabee Barnes [1915-2004]. Me enamoré del campus frente al mar, con sus pabellones de estilo vernáculo levantados sobre pilotes e interconectados por una serie de pasarelas. Larrabee Barnes se convirtió en mi primer arquitecto favorito. Y la primera publicación que compré sobre un arquitecto fue su folleto de bolsillo Museum Designs. Hace unos años trabajé en mi proyecto para el mercado y hall de la Universidad de Princeton, lo que fue especialmente gratificante porque se enfrenta directamente a su New South Building.
VB: Fuiste a estudiar arquitectura a la Universidad de Arizona, ubicada en el extremo opuesto del país. ¿Por qué específicamente ahí?
RJ: Porque mis amigos músicos no dejaban de pedirme que tocara la batería, lo que haría imposible mi estudio en casa. Así que decidí buscar una escuela de arquitectura lo más lejos posible de mi estado natal. Y cuando descubrí la Universidad de Arizona, me enamoré del lugar antes de llegar. En un principio pensaba volver a Maine. Pero justo después de la graduación, en 1990, encontré mi primer trabajo en Will Bruder Architects, donde estuve tres años trabajando en la Biblioteca Central de Phoenix. Para entonces decidí quedarme aquí, en Arizona, y en 1993 inicié mi propio estudio. Lo más sorprendente para mí fue el contraste entre mi hogar -Dover-Foxcroft localizado en el corazón de Maine, esquina noreste del país- y Tuscon, Arizona, en el suroeste. Cuando te trasladas a un lugar tan diferente de lo que conoces, te das cuenta de las cosas de forma mucho más aguda -cactus, mezquites, lagartos, serpientes de cascabel, arañas-, realmente tienes que aprender mucho sobre el lugar, el clima, su fauna y su flora. Para mí fue increíblemente fascinante. Poco a poco, fui adquiriendo muchos conocimientos sobre este lugar, el desierto de Sonora.
VB: Cuando hablo con arquitectos, suelo enumerar algunas citas de textos y entrevistas anteriores, y les pido que se explayen sobre ellas... ¿Podríamos repasar algunas de las tuyas? Y si no quieres elaborar, podrías simplemente confirmar si es que lo dijiste.
RJ: Adelante. [Risas.]
VB: "Una planta también es una sección y una sección también es una planta".
RJ: Bueno, si lo piensas, una planta consiste en cortar una sección y mirar hacia abajo. Y una sección es mirar hacia los lados; ambas son secciones. Lo aprendí mirando los hermosos dibujos de Louis Kahn, en los que los planos y las secciones están sombreados de la misma manera. Además, estoy convencido de que una planta informa a una sección y viceversa; de manera que se convierten en parte integrante del otro.
VB: “La casa como un instrumento”
RJ: Lo mencioné a propósito de la Desert Nomad House, en donde cada uno de los tres volúmenes que la constituyen se comportan como una suerte de instrumento de apertura única en sintonía con una interpretación específica. Eso también es un ejemplo de propuesta para un estilo de vida. En la oficina decimos mucho "¿Qué pasaría si?". Así es como solemos titular nuestros proyectos al principio: "¿Qué pasaría si?
VB: Algunas de tus casas se convierten en instrumentos, literalmente, por la forma en que amplifican el paso del agua, del aire, o por cómo se mueven sus partes, ¿cierto?
RJ: Es cierto. Por ejemplo, cuando algunas de nuestras casas con tejado metálico sufren grandes oscilaciones térmicas, se producen expansiones y contracciones que dan lugar a sonidos característicos. O, por ejemplo, mira lo que sucede en nuestra Casa Catalina, diseñada para un cliente que ahora tiene 93 años y todavía vive allí. Su dormitorio tiene un techo inclinado que actúa como un instrumento; capta el sol de la mañana, iluminando la refinada textura de madera de cerezo del techo que enciende toda la habitación. Se despierta con ello, ese techo iluminado es su despertador. Toda la casa está llena de momentos que fueron diseñados para reaccionar a todo tipo de eventos o necesidades muy específicas. En nuestra Bayhouse que hicimos para una pareja de ancianos; el automóvil llega al portal delantero en donde hay una línea de ranuras de cobre especialmente diseñada a modo de barandilla para ayudar a desplazarse desde el automóvil hasta la entrada.
VB: Y por último, "El acto de mirar por la ventana es más importante que la propia ventana".
RJ: Bueno, eso viene de Juhani Pallasmaa. Él lo afirmó subrayando lo que mencioné antes sobre referirse a la arquitectura como un verbo y no como un sustantivo. Seguí esa dirección a partir de mi primer proyecto, los Convent Studios, unas residencias hechas de adobe estrechamente agrupadas. Dije: vamos a tener una puerta que se abra en un patio con un árbol. Quiero que esa puerta sea realmente especial, y quiero asegurarme de que rechine cuando la abras. Una vez que cierras la puerta, caminas hacia los estudios y oyes cómo las piedras de grava se golpean bajo tus pies. Luego hay una fuente y escuchas el agua fluyendo junto al susurro de la maleza. Observas las sombras en las paredes, y el árbol del patio se inclina indicándote cómo encontrar tu puerta. En cierto modo, la arquitectura es como escribir una canción; es estimulante por sí misma, pero puedes empujarla aún más, para que invite a la reflexión.
VB: ¿Qué opinas acerca del escenario creativo actual en la arquitectura y con quién te sientes más afín aquí en Estados Unidos o en el mundo?
RJ: Creo que los tiempos actuales son muy dinámicos. En cuanto a mi propio trabajo, estoy más cerca de arquitectos como Marlon Blackwell en Fayetteville, Arkansas, y Eddie Jones en Phoenix. Asimismo, fuera de los Estados Unidos, nombraría a Peter Stutchbury en Australia. Por supuesto, no estamos en competencia, sino que hay una conversación interesante que se desarrolla entre arquitectos de Arkansas, Phoenix, Tucson, Albuquerque, Portland, Seattle. Todos tenemos conexiones muy fuertes.
VB: Cuando te pidieron hablarar de algunos de los ejemplos más inspiradores, mencionaste la Biblioteca Pública de Phoenix de Will Bruder, proyecto en el que trabajaste justo después de finalizar la universidad. ¿Qué edificios construidos en Estados Unidos en los últimos 20 años destacarías personalmente como los más inspiradores?
RJ: ¿Qué es lo que más me gustaría visitar? Cuando viajo por todo el mundo, cosa que hago a menudo, rara vez voy a ver edificios. Si estoy en París, por ejemplo, lo que más me gustaría sería simplemente sentarme en un café y ver pasar a la gente. Por supuesto, si estoy en Escandinavia o en otros lugares en los que hay tantos edificios magníficos, definitivamente trataría de no perder la oportunidad de visitarlos. Siempre que voy a Boston, la única arquitectura que realmente quiero visitar es la Capilla del MIT [1955] de Eero Saarinen. Conozco muy bien el edificio, suelo ir al sótano, detrás del altar, para encender todas las luces.
VB: Así que te gustan más los íconos de la arquitectura moderna de mediados del siglo XX que los edificios contemporáneos, ¿verdad?
RJ: Sí, pero aprecio igualmente la arquitectura antigua, la modernista y la contemporánea. Disfruté mucho visitando la remodelación del Lincoln Center en Nueva York realizado por Diller Scofidio + Renfro [2009]. Siempre disfruto visitando grandes edificios en Chicago; entre los más recientes nombraría el Pabellón Jay Pritzker de Frank Gehry [2004] y el Ala Moderna del Instituto de Arte de Chicago de Renzo Piano [2009]. Y si me preguntan qué edificio quiero visitar en Estados Unidos, nombraría Grace Farms en New Canaan, Connecticut, de SANAA [2015].
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